HIMALAIAN HIRU KOLORE
2013/07/15
PUNTO
Esa felicidad, esa seguridad de repetir los mismos gestos cada día. Exprimir las naranjas, preparar el café, tostar las rebanadas de pan, untar la mermelada. Darle a la vida el ciclo regular de los planetas, acostarse a las once, levantarse a las seis, sentir que cae el agua tibia, plácida, encima de tus hombros, usar siempre el mismo jabón, el mismo champú, la misma loción. Protestar por lo malo que se ha vuelto el periódico, el de toda la vida, el pan de cada día, y volver a comprarlo con ese mismo asco resignado dtener que cagar una mañana sí y otra también. Usar siempre los mismos viejos zapatos que se parecen más a ti que tus pies. Vestirte con el eterno azul que te vuelve invisible, felizmente invisible. Sentir que tú eres tú, que yo soy yo. Ir a los mismos sitios, comer las mismas cosas, jueves frisoles, lunes pescado, sábados arroz… Visitar a tu hermana todos los veranos y pensar que envejece, pero decirle siempre que no cambia, que no cambie. Recordar a los muertos en cada aniversario; enviar tarjetas cursis en cada cumpleaños. Planear de nuevo el viaje que nunca emprenderemos. No poder soportar que ya no haya tranvía, que hayan movido la parada del bus a la otra manzana, que hayan quebrado los ferrocarriles, que nadie escriba cartas y haya que adaptarse al correo electrónico, tan vulgar, tan urgente, la vida un permanente telegrama. Resistirse a llevar en el bolsillo un teléfono, detestar que el dinero sea de plástico y no de plata, de oro o tan siquiera de papel. Que el mismo corte de pelo te lo haga siempre el mismo peluquero, que tengas siempre gripa por enero,que el primero y el quince llegue la quincena. Desayunar trancado, almorzar abundante, cenar poco, quejarse de la gota, de la bilis, de la memoria y de la digestión. Creer que nunca sueñas. Recordar ese chiste de tu única esposa: “Aquí se picha los viernes estés vos o no estés vos”, y hacer hasta lo imposible cada viernes por encaramarte en ella con ganas o sin ganas porque l’appetito vien mangiando como dicen en Turín. Negar que eres un soso, un rutinario con el verso aprendido de un amigo: “La vida se soporta tan doliente y tan corta solamente por eso”. Caminar por la calle ensimismado, ausente de este mundo, rumiando en tu cabeza historias, frases, viajes, desventuras,crímenes, adulterios, melodramas, incestos, abortos, heroínas, traiciones, sacrificios, saber que todo drama está en tu calavera, que la gran aventura ocurre en las paredes de tu cráneo, que nunca habrá más grande sensación (orgías, drogas, sueños) que aquello que imaginas. Que la vida consiste en perdonarnos las ofensas que hacemos, los gestos que no hicimos, los silencios cobardes, los fingidos afectos, las mentiras. Y escribir cada día, ganar la lotería de al menos una frase que nadie ha dicho nunca, tener un pensamiento que todos han tenido, pero decirlo bien con todas las vocales, con todos los sonidos, con todos los sentidos. Lograr que la aventura de tu vida esté en las páginas que escribes, en los ojos que ahora pulen un heptasílabo, quitan o ponen una coma, una tilde, un acento, en los ojos que ahora se detienen complacidos tal vez o entretenidos en un punto, este punto: .